Hoy os presento mi cena de esta noche. Sencillísima, deliciosa y con una pegada tremenda. Un segundo con contundencia.
(Nota del blogger: el que no quiera un rollo sentimentaloide, puede pasar a los ingredientes y la preparación directamente)
Antes, me gustaría hablaros un poco de mi amiga Diana. Es una mujer hermosa por fuera. Tanto, que resulta complicado, cuando la conoces, decidir si lo es más por fuera que por dentro. Tras su sonrisa truncada, se esconde una historia que no procede contar aquí. En lo que a nosotros nos ocupa, cocina. Y cocina muy bien. Ahora, lo hace muy poco. No hay nada que reprocharle, porque ante ciertas circunstancias es lo más normal. Yo también pasé esa etapa, y en este momento, estamos en el mejor camino para superarlo, tanto ella como yo.
A los que nos gusta darle a esto de los fogones nos gusta agradar a los que tenemos alrededor. Una de nuestras maneras de amar es dar lo mejor que tenemos en un recinto de 8 o 9 metros cuadrados de cocina (y eso con suerte), pasándonos horas si es menester en este cautiverio voluntario. Nos gusta observar las caras de los comensales, sus gestos, escuchar sus gemidos de aprobación...
Cuando llega una temporada de soledad, y son contadas las ocasiones en las que has de agradar a tus seres queridos (que a estas alturas de la película los tienes mucho mejor localizados), cuando no tenemos familiares o amigos invitados a los que hacer felices, dejamos de cocinar y nos entregamos al fiambre, a la tortilla francesa, al "un poco de fruta y un yogur"... Y esa es un poco la reflexión. Cuando te quieres lo suficiente a tí mismo, eres capaz de cocinar para tí mismo, y esmerarte tanto como si participases en el concurso de cocina más importante de tu vida, porque el juez es el más exigente: tú con tu yo y tu mismismo. No quiero decir con esto que haya que cocinar en plan "cafre" todos los días... pero cuando se tiene tiempo, y amor propio, no hay motivo para no deleitarse con las cosas que sabes hacer bien...
Va por tí, Diana...
Y sin más, vamos al turrón. Necesitaremos:
Para 1 persona (multiplicad los ingredientes por los comensales. Ya he dicho que era mi cena... ;-))
- 2 carrilleras de cerdo (o 1 de ternera)
- 1/2 litro de vino (no peleón, sino medianamente digerible... el resto va en la copa para la cena)
- 1 chorro generoso de brandy
- 1 chorrito de aceite de oliva
- 1 cucharadita de azúcar
- Pimienta / Sal
- 1 cucharada de mostaza de Dijon (triturada, o a la "antigua"... al gusto)
El acompañamiento, lo que queráis. En mi caso, un puré de patata "alegrado" con la misma mostaza de Dijon (sin pasarse, dándole un puntito) y aromatizándolo con un poco de ralladura de naranja... adornado con unas lasquitas de corteza...
La preparación es tan sencilla que acabo en un parrafito.
En una olla a presión pequeña, salpimentamos y sellamos bien nuestras carrilleras, dorándolas bien a fuego fuerte. A continuación vertemos el vino, el brandy, la cucharada de mostaza y la de azúcar, y cerramos la tapa.
Cocemos las carrilleras durante unos 40 minutos a fuego muy bajo (equivaldrán a las 2 horas que necesitan las carrilleras para quedar jugosas).
Abrimos la olla y reducimos en una sartén la salsa resultante del fondo con nuestras carrilleras, hasta tener una salsilla espesa.
Emplatamos, adornamos, degustamos y lo flipamos.
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ResponderEliminarSeleccionar un vino tinto adecuado para cocinar carrilleras puede realzar el sabor del plato. Un vino con cuerpo y notas frutales como un Malbec o un Syrah complementará perfectamente la riqueza de las carrilleras.
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