viernes, 27 de diciembre de 2013

Kit Kat gigante


El sueño de todo niño: su chuchería preferida en proporciones extragigantes. Hoy os traigo una receta de la gran Sandra Mangas (La receta de la felicidad). Obviamente, a la manera de "no me toques los fogones", es decir, más grande, más empalagoso y con más poder calórico...  Hummmmm...  


Estas son las fotos del resultado. 

Os cuento mi receta, y como siempre, os animo a innovar. 

He utilizado: 

- 500 grs. de chocolate negro
- 500 grs de chocolate con leche
- 350 grs de galletas de barquillo (rellenas de chocolate)
- 200 grs de dulce de leche

He usado un molde de plumcake desmontable, muy práctico para esta preparación, en la que el desmoldado es fundamental. En mi caso era de 2 litros aproximadamente. Podéis adaptar las cantidades a vuestro molde y vuestro tamaño. Las proporciones están claras: mitad de chocolate negro, mitad con leche, y las galletas suficientes como para dejar alrededor de ellas más o menos un centímetro de chocolate. 


Fundimos los chocolates. Como siempre, al baño maría o en microondas (quien lo domine bien y no permita que se le quemen las cosas). Yo me manejo mejor con el baño maría, que me permite subir y bajar el fuego para mantener el calor y el chocolate bien fundido mientras se trabaja. Vertemos una capa de más o menos 1 centímetro en el fondo de nuestro molde. Si no es desmontable, os recomiendo que pongáis una hoja de papel vegetal en el fondo, bien asentada y sin arrugas, de forma que luego podáis estirar de ella y salga toda la pieza. Metemos el molde en el congelador durante media hora, de forma que ésta primera capa se solidifique un poco y nos permita empezar a colocar las galletas. 


Vamos disponiendo capas de galleta, cortándolas si fuese necesario, para que ajusten lo mejor posible y nos dejen un espacio de un centímetro en las paredes del molde. Entre capa y capa hemos untado dulce de leche, para que después todo forme un bloque. 

Llenamos nuestro molde hasta que falte un centímetro y comenzamos a verter el chocolate fundido restante, cuidando que rellene bien las paredes del molde y la superficie. 

Dejamos enfriar al menos 4 o 5 horas (mejor de un día para otro) y desmoldamos. 

Si sois muy hábiles podéis confeccionar algún tipo de molde que os permita imprimirle algún texto, o hacerle una funda imitando a la del Kit Kat...  En la red se ven maravillas. 

Y este puede ser un regalo perfecto para los pequeños de la casa (y no tan pequeños) el día de reyes. Un sueño hecho realidad: una barrita de Kit Kat pasada por la máquina de "cariño, he agrandado a los niños". 

¡¡¡Que aproveche!!!

viernes, 20 de diciembre de 2013

Secreto ibérico al romero



Y continuamos jugando con los geles, las espumas y los rollos moleculares. En este caso, hemos hecho un secreto ibérico a la plancha, sobre una gelatina de romero. Hemos rematado la jugada con un aire de romero. 

Para ser mi primer aire, he quedado muy satisfecho, tanto por estética como por aroma y sabor. La textura es un tanto especial, porque da la impresión de que estás dándote un baño de espuma y se te mete en la boca... A diferencia del amargor que deja el jabón, aquí nos queda en boca un aromilla de romero impresionante. 

Respecto al gel que hemos puesto de base...  Bueno...  Pasable. Además lo he tenido que colorear artificialmente para que fuese verde. 

Os cuento cómo funciona esto. 


Hemos preparado una infusión de romero: dos ramas en un cuarto de litro de agua, y media cucharadita de sal. 

Luego, hemos separado esta infusión en dos: 100 grs. por un lado, con media cucharadita de agar-agar (y en mi caso, con un poco de colorante verde). Lo llevamos a ebullición y lo dejamos reposar. Cuando notamos que está empezando a espesar, pintamos una línea en cada plato con una brocha.

Ahora haremos la espuma. Necesitaremos un cacharro de paredes altas. En la infusión tibia, disolvemos media cucharadita de lecitina de soja con ayuda de una batidora. Vamos subiendo y bajando el brazo de la batidora para que entre aire y se vaya formando espuma. 

Hecho esto, asaremos a la plancha el secreto ibérico. No lo salamos de antemano, pero sí le espolvorearemos pimienta. 

Le damos el punto adecuado y lo salamos. Lo cortamos en tiras alargadas y emplatamos. 

La espuma se deja caer suavemente en el plato, y se le da forma con el reverso de una cuchara. Se puede espolvorear con pimienta.  Se adorna la carne con unas hojas de romero frescas. 

Listo!



domingo, 15 de diciembre de 2013

Panacotta de vainilla con frambuesas



Y si me apuráis, podemos llamar a este postre "Panacotta de vainilla con tres texturas de frambuesa". ¡¡¡Toma del frasco, Carrasco!!!

Y lo de las tres texturas viene de que hemos hecho un caviar de frambuesa, una cobertura de la misma fruta, y unas frambuesitas en crudo. Misma fruta en tres texturas. Ole. 

Llevar a cabo esta receta me ha hecho mucha ilusión, porque me he metido de lleno (y por fin) en la "cocina molecular". ¡Tiembla, Adriá, que llegan los fogoneros! Y pese a que las palabras "molecular" y sobre todo "Adriá" pueden daros un poquito de yuyu, al final ha sido sencillísimo a más no poder, tanto la panacotta (de por sí sencillísima) como los "moleculares" adornos. 

Vamos al jaleo. 

Para la Panacotta (salen 6 raciones pequeñas o 4 normales):

- 200 ml. de nata líquida
- 200 ml. de leche semi-desnatada
- 100 grs. de azúcar
- 1 vaina de vainilla
- 3 hojas de gelatina en láminas (cola de pescado)

Para los adornos:

- 150 grs. de frambuesas
- 2 grs. de agar-agar
- 50 grs. de azúcar
- 10 cl. de agua

- 1 vaso alto con aceite (mejor de girasol)
- 1 jeringuilla


Hacemos la panacotta con la suficiente antelación. Hay que tener en cuenta que ha de enfriar unas horas. El primer paso es remojar en agua fría las láminas de gelatina de 5 a 10 minutos. Por otro lado, en un cazo, llevamos a ebullición la leche y la nata junto con el azúcar y el interior de la vaina de vainilla. Ya sabéis: la cortamos longitudinalmente y la rascamos con un cuchillo para extraerle esos granitos negros que son la esencia de esta maravillosa vaina. Los granitos, a la cacerola. 

¡¡¡Quietos, insensatos!!!  ¿¿¿Qué hacéis con la vaina en la mano y el cubo de la basura abierto???  ¡¡¡La vaina rascada no se tira!!! Se puede meter en un bote con azúcar para aprovecharla, y obtener de esta forma azúcar vainillada. Así, ya de paso, amortizamos un poco más la inversión en vainilla natural. Si es que...

En cuanto el líquido esté a ebullición, lo paramos, y disolvemos las láminas de gelatina en el mismo. Ponemos la mezcla en moldes, recipientes, o donde queráis, y lo dejamos a temperatura ambiente dos o tres horas. Luego, ya podemos meterlo en la nevera para consumirlo bien fresquito. 

Y ahora vamos con el Quimicefa. 


Ante todo decir que la panacotta la tenía hecha el día de antes, y solo preparé los adornos el mismo día.

Antes de empezar, tendremos en en el congelador un vaso con aceite (a ser posible de girasol, por su sabor neutro). Una media hora será suficiente. Queremos un aceite muy frío. 

Lo primero que vamos a hacer es un coulis de frambuesa (por Dios, qué fisno me estoy volviendo). En definitiva no es más que un caldillo rico hecho con la fruta triturada y azúcar, dándole la densidad de "caldillo" añadiendo agua. Llamadlo coulis, o sopa de fruta, o lo que queráis. Muy importante colarlo. En el caso de la frambuesa, tiene muchísimas pepitas diminutas. Este coulís lo trituramos con los 2 grs. de agar-agar, y lo ponemos en un cazo hasta que entre en ebullición. Retiramos y cubrimos las panacottas con el mismo (1 o 2 milímetros). 

Ahora a esferificar, con el resto de nuestro coulis. Sin permitir que nuestro caldillo de frambuesa se enfríe (si lo hace se convertirá en gelatina, como la de la superficie de la panacotta), sacamos nuestro aceite frío del congelador. Llenamos una jeringuilla con el caldillo y vamos soltando minúsculas gotitas en el aceite. Observaremos que, tras dos o tres segundos, se hunden. Importante que el vaso de aceite sea lo suficientemente alto, ya que las esferas de "gominola" se forman en el camino desde la superficie hasta el fondo del vaso de aceite. También importante que el vaso de aceite sea ancho, ya que nos permitirá echar muchas gotitas a la vez, sin tener que esperar a que se sumerjan. Ya os he comentado que tardan unos segundos en hacerlo. 

El proceso hay que hacerlo rápido, ya que si se atempera el aceite o se enfría el caldillo, el resultado comenzará a no ser tan bueno. Si tenéis que recalentar el caldillo, hacedlo. Si tenéis que volver a enfriar el aceite en el congelador, hacedlo. 

En el platillo de la foto de arriba podéis ver las primeras esferificaciones. Perfectas. 


Y con esta imagen, en la que se aprecia que hay algunas esferas mal hechas y no tienen el color de las del plato de la foto anterior, quiero evitar que cometáis dos errores. El primero es que, al no mantener el aceite muy frío o el coulis caliente, algunas esferas empezaron a no llegar del todo hechas al fondo del aceite. Resultado: se pegan entre sí y acaban no pareciéndose al caviar, sino a una plasta de gominola. 

El segundo error es conservarlas ya hechas en agua, porque pese a que no pierden la forma ni se deshacen, pierden el color. Se van quedando blanquecinas. 

Lo ideal es hacer esto en pequeñas tandas. Depositamos las esferas ya hechas en un colador y las lavamos con agua. Las conservamos en la nevera en un recipiente cubierto con film transparente y ya está. Nada de tenerlas en remojo. 

Imagino que vuestra cabecita ya está ideando qué tipo de esferificaciones hacer, de qué tamaño, con qué líquido de base...  Bien hecho, fogoneros. Para eso, un par de premisas:  Esferificad con aceite de girasol los líquidos dulces, aunque los salados los podéis esferificar con aceite de oliva. Estos aceites quedan limpios y los podéis usar para cualquier otra cosa a posteriori. 

Otro detalle: El agar-agar no funciona con ciertos ingredientes, aquellos con un PH inferior a 4. Hablamos de limón, tomate, o té, por ejemplo. Estos ingredientes tendrían que ser compensados con bicarbonato de sodio, por ejemplo, para poder ser esferificados. Allá vosotros si queréis meteros en esos berenjenales. 

Este tipo de esferificación se produce por la diferencia de densidades entre el líquido a esferificar y el aceite, que al estar frío es mucho más denso. De ahí la importancia de que no pierda temperatura, y por tanto, densidad. 

Y una última cosa: Esta esferificación no es como la que se realiza con alginato de sodio/cloruro cálcico, es decir, no hacemos esferas con un interior líquido y una pared externa de gelatina, sino que estamos realizando algo parecido a las gominolas. 

En breve me pondré con otras técnicas "moleculares", porque me está encantando el rollete. 

Ah, y si no queréis complicaros la vida, la panacotta per se está cojonuda.   

Mil abrazos, fogoneros. 



martes, 10 de diciembre de 2013

Falso embutido ibérico

Salchichón Versión 2.0
Hoy tenemos otro bonito plagio: en este caso, a mi amigo Dule Gil, del que últimamente no me pierdo un solo post. Tiene unas ideas espectaculares, y las lleva a cabo con una gracia tremenda. Si queréis echar un vistazo a las maravillas que hace, aquí os dejo un enlace a su blog. No tiene pérdida:



En este caso, he cogido su idea, y le he dado algunos retoques que me ha sugerido el usuario "Bitelchus" de Forocoches.com.  El resultado es el que veis en la primera foto. 

Algunas de las pruebas, os las dejo aquí abajo:

Chistorra/chorizo versión 1.0



Chistorra/chorizo versión 1.0 y su corte


En definitiva, y aunque por la primera foto os pueda parecer otra cosa, hablamos ni más ni menos que de MAZAPÁN.

Y lo pongo así en mayúsculas porque es mi dulce navideño favorito. En este caso, y tal y como sugiere Dule, es un trampantojo en toda regla, es decir, algo que parece una cosa pero es otra totalmente distinta. 

¿Os imagináis el careto del personal cuando, terminada la cena navideña y los postres, les saquéis un salchichón de estos? Pueden alucinar en colores y pensar que estás fatal. Y la cara cuando lo prueben puede ser otro poema. 

Y vamos al lío:

Para hacer el equivalente a un "salchichón" hermosote:

- 200 grs. de almendra cruda molida
- 100 grs de almendra cruda en cubitos
- 300 grs de azúcar glass
- 1 clara de huevo
- 2 cucharadas de agua
- Pan rallado (la cantidad suficiente, ahora veréis por qué) muy fino
- Cacao en polvo (dependiendo del color del embutido que queráis imitar)


La receta es difícil de narices, ya veréis.

Cogemos todos los ingredientes excepto el agua y la clara de huevo, y los mezclamos bien. Añadimos el agua y la clara de huevo y amasamos hasta tener una mezcla homogénea. Vamos endureciéndola con pan rallado hasta tener una masa lo más compacta posible.

Le damos forma de salchichón (podemos ayudarnos con film transparente para ello) y lo rebozamos bien con azúcar glass.

Lo dejamos unas horas en la nevera para que acabe de compactarse y ¡listo para lonchear!

Como siempre os animo a innovar:  podéis hacer la "grasa" con piñones u otro fruto seco que no sea demasiado difícil de cortar. Yo mezclé unos cacahuetes crudos ligeramente hervidos (para ablandarlos) y son los trozos más grandes de "grasa" que se aprecian en la foto. Podéis colorearlo en rojo en lugar de marrón, con un colorante alimentario, y obtendréis "chorizo". Si utilizáis el típico colorante de tres componentes que se pueden mezclar entre sí, podéis obtener un rosa "mortadela". 

¿Chistorra? ¿Morcón? ¿Morcilla de Burgos? 

El límite lo pone vuestra imaginación.     




miércoles, 4 de diciembre de 2013

Fideuà (Videolog)


Agradecidooooo...  y emocionadoooooo...

Porque hemos colgado nuestra primera receta en formato vídeolog. 

Aquí el enlace:


La receta en cuestión es la de la fideuà de NMTLF...   Maravillosa...


Echad un vistazo al vídeo, y dadme vuestras sugerencias (os lo ruego). Si notáis que falta algo, que sobra algo, que hay muchas cosas que mejorar (eso lo asumo desde YA)...  Hacédmelo saber...  

Lo importante es que viendo el vídeo podáis reproducir la receta... 

Gracias de antemano. Un abrazo a todos. 

domingo, 1 de diciembre de 2013

All i Pebre


All i Pebre gore...

O bien, las maté porque eran mías...  Y hablo de las anguilas, el ingrediente principal de esta receta... No me he convertido en asesino en serie, ni nada parecido (aunque víctimas, se me ocurran unas cuantas). 

Ante todo, disculpad las fotos. Hoy son especialmente chungas. Como suele ocurrir con la fotografía, (o captas el momento, o te jodes para siempre) no hay posibilidad de conseguir tomas mejores. O eso, o cambio el chip y vuelvo a matar anguilas alguna vez. Si alguien lo hace por mi, os aseguro que lo evitaré. 

En mi rollo previo a la receta, rollo al que estáis acostumbrados y asumo que os podáis saltar, hoy tengo dos cosas importantes de las que hablar:

1- Cómo conservar, asesinar a sangre fría y cocinar unas anguilas vivas.

2- Tradición y popularidad de esta receta en las tierras levantinas. 

Siento deciros que os espera un post largo, aunque intentaré hacerlo fácil de digerir. Si os aburrís como camellos, podéis saltar a la receta directamente, unos cuantos párrafos más abajo. 

Vale, morbosos. Estáis leyendo la parte de la compra, el asesinato y el descuartizamiento posterior. Buenos chicos. 

La anguila: esa desconocida...   Este bicho, más parecido a una serpiente que a un pescado, vive su madurez en el lago de la Albufera, en Valencia, entre otros muchos lugares en los que acaba sus días...  Y no quiero aburriros con los hábitos migratorios de estos seres, que son curiosos e interesantes pero no cuadran aquí. Con esto lo único que quiero que entendáis es que, un bicharraco de medio metro de longitud y apenas 4 centímetros de diámetro, que es capaz de nadar miles de kilómetros, es costoso de matar. Muy costoso de matar. 

Si mezclásemos a Chuck Norris, Van Damme y Margarita Seisdedos, y los redujésemos a la escala de una anguila, las hostias que darían no serían la mitad de fuertes que las que te puede dar una anguila a la que le acabas de hincar el cuchillo.

Porque estos animales son fuertes. Fuertes hasta la extenuación. Incluso decapitados luchan por no-se-sabe-qué, pero luchan. Les cortas la cabeza y te dan coletazos que te llegan a doler, sobre todo si trabajas con ejemplares maduros. 

Todo esto lo cuento porque, en un arrebato de valentía y en mi línea de "hágalo Usted mismo", compré anguila viva. La cara de la pescadera (empleada de un supermercado que no me patrocina, y por lo tanto no nombraré) era un verdadero poema: una bocanada de frescura, un alivio similar al de ejemplos escatológicos que quedan feos en un blog de cocina, una liberación similar al de la abuela de "P. Tinto" cuando consiguió un buen "tralarí-tralarí"...  En definitiva, la chica estaba encantada de la vida.   

Y estos eran los bichos, ya en casa, en su primera ubicación:


Esta ubicación era una palangana miserable. Nota del ejecutor: las anguilas pasan muchísimo de las miguitas de pan. No son como las palomas del parque. Mal. Caca.  Como vi que apenas se podían mover, y que las miguitas de pan ni las tocaban, procedí a llenar la bañera y dejarlas nadar a su antojo. Además, les adecué el terreno cambiando las migajas de pan por cosas más apetitosas (como moscas, por ejemplo)...  Manjar de dioses... Mi idea era mantenerlas vivas y frescas, pero al final parecía que quería que adquiriesen fuerza y vigor... Craso error: cuanto más debilites a estos bichos, casi que mejor. Si haces la de "Superratón", si las vitaminizas y las mineralizas, date por jodido. 

Cuando adopté a los bichitos, era viernes. El día D era domingo. Las anguilas no estaban debilitadas, sino más musculadas que nunca. Habían aprovechado los tiempos muertos para hacer pesas o algo así, levantando la pastilla de jabón, la botella de gel o quién sabe qué. El caso es que no se parecían en nada a lo que me llevé del Super...  Lejos de ser unas  anguilas tímidas y temblorosas, eran unos bichos musculados y fibrosos dignos de competir con Schwarzenegger en su etapa de culturista...

Procedí a decapitar al primer bicho, acomodándolo en la tabla de corte y dándole un golpe seco con el hacha. Lejos de dejar de moverse, comenzó a agitarse con más brío que nunca. Eso me llevó a lanzarlo al fregadero y ver qué ocurría. Transcurridos unos minutos el animalejo aún coleteaba, así que decapité los otros dos y los dejé caer con su compañero. 

Viendo que el primero ya no se movía tanto, intenté limpiarle las tripas, pero al contacto con el cuchillo se volvió a reanimar. El proceso iba a ser largo y costoso. Jugándome los dedos, conseguí acabar de limpiarlos por dentro y los froté con sal gorda para eliminarles la película resbaladiza que los recubre, que no le va bien al guiso y hace que este animal sea tan complicado de manejar. 

Me llevó tiempo que dejaran de moverse del todo. Incluso troceados aún se movían. 




Y antes de pasar a la receta, solo comentaros que este es un plato muy típico de todas las poblaciones que rodean el lago de la Albufera, en Valencia, donde la anguila campa a sus anchas. Es toda una institución en el pueblo de El Palmar, de apenas 800 habitantes, donde conviven 30 restaurantes que preparan este manjar. 

Como tapa antes de un buen arroz, o como segundo plato, acompañado de una buena cantidad de pan, es un caballo ganador. 

Como curiosidad, el nombre del plato, "all i pebre", se traduce como "ajo y pimenton". Alguien se olvidó de nombrar a la protagonista: la anguila.  


sábado, 16 de noviembre de 2013

Lobster Roll anticrisis



Este es un bocata muy popular en los E.E.U.U., y concrétamente en el estado de Maine. Se trata de un bocata de langosta recién cocida con mayonesa. Como veis, como característica especial la hendidura típica de cualquier bocata, en este caso, está arriba. En fin, para que luego digan que en los Estados Unidos no comen más que cochinadas...  

Este bocata lo he visto preparar en algunos programas de cocina que se emiten en nuestro país, y he visto su realización con bogavante, langosta, centollo...   En fin...  lo de todos los días...   

Como no somos de Maine, ni tenemos langostas baratitas cerca, y somos del proletariado, vamos a hacer nuestra versión de este delicioso bocata con surimi, o sea, con los palitos de cangrejo de toda la vida. Siendo espléndidos, utilizaremos unos frescos, de una conocida marca que aún no nos patrocina.

El resto de ingredientes, como veréis, son el típico "fondo de armario" de cualquier cocinillas. Nada del otro jueves.  

Vamos a necesitar: 

Para la salsa: 

- 100 gramos de mayonesa
- Una cucharada de café de mostaza de Dijon
- Una cucharada sopera de Queso fresco (tipo Philadelphia)
- Una cucharada sopera de salsa Worcestershire (Perrins)
- Cebollino picado
- Unas gotitas de Tabasco
- Ralladura de la cáscara de medio limón
- Zumo de ese medio limón


Para todo lo demás (Mastercard):

- Panecillos tipo "hot dog"
- Mantequilla
- Palitos de cangrejo (surimi) cortados en tacos de 1 cm.
- Otro poquito de cebollino picado para adornar. 

Y vamos al jaleo. 

Preparamos la salsa mezclando todos los ingredientes (complicado proceso). En otro recipiente, donde tenemos el surimi ya cortado, vamos añadiendo salsa hasta que amalgamemos los trozos. No se trata de hacer una ensaladilla rusa, sino de unir los trozos de surimi con la salsa.  

Doramos los panecillos en una sartén con mantequilla. Para eso, le hemos cortado los laterales 3 o 4 milímetros, con la finalidad de que al dorarlos en la sartén atrapen algo de mantequilla. También le hemos hecho a cada panecillo una hendidura en forma de V en su parte superior, para depositar allí nuestro maravilloso relleno. 

Cuando ya tenemos los panecillos con sus cuatro caras doradas en la mantequilla, les metemos el relleno. Ahora adornaremos con un poco de cebollino picado.   

Y a disfrutar de este manjar de dioses por cuatro perras!!!!





sábado, 26 de octubre de 2013

Lenguado Meunière



O la alta cocina francesa llevada a nuestras mesas...

No os acojonéis tan pronto...  Es una de las recetas más sencillas que os voy a presentar en el blog...  y sin embargo, de las más famosas de la cocina francesa...  

Un amigo me dijo una vez algo como "si rehogas con mantequilla, imitas la cocina francesa. Y si incorporas salsa de soja, te metes en la oriental". Estoy de acuerdo en cierto modo, pero esa expresión es simplificarlo a la mínima expresión. Ni calvo, ni siete pelucas. No obstante, os doy ideas... Unos medallones de solomillo de cerdo marcados con mantequilla son un  buen comienzo para un plato que podáis titular "a la francesa", o incluso titularlo en francés (el que sepa, por supuesto)...

Pero en este caso hablamos de un clásico francés como puedan ser nuestras "judías con chorizo", y no seré yo el que permita que un foráneo se chotee de tan sacrosanta preparación...  

Os pongo los ingredientes y juzgáis: humildes, sencillos, y de los que siempre están en nuestra nevera. 

La foto es de las sencillas: cuatro cosillas que caben en el objetivo de la cámara sobradamente...



Para 1 comensal (como siempre, multiplicad...)

- Un lenguado pequeño
- El zumo de medio limón
- 30 grs. de mantequilla
- Un ramillete de perejil (una vez comprimido, el tamaño de una nuez)
- Sal
- Pimienta negra
- AOVE
- Una piparra (para adornar). A falta de ésta, cualquier encurtido: unos trocitos de guindilla, unas alcaparras, unas láminas de aceituna...  Se trata de darle un puntillo fresco, salado y cachondo. 

Como veis, nada del otro jueves (o nada que no ande en la nevera a diario -salvo el lenguado-)

(Por cierto, habréis observado que ingredientes como el AOVE,  la sal, la pimienta o superbásicos como la harina, ya no los pongo en las fotos... Todos sabemos cómo son y es un espacio precioso que ahorro en el encuadre de mis horrorosas fotos...)

Vamos al jaleo. 

De entrada, salpimentamos el lenguado y lo pasamos por harina.


En una sartén hermosa añadimos un hilo de AOVE y una parte de la mantequilla (un tercio, aproximadamente) y doramos el lenguado.


Mientras nuestro lenguado se pone morenito, preparamos la salsa Meunière...  En otra sartén derretimos la mantequilla restante (2/3, para un lenguado pequeño y una persona, 20 grs...) y le añadimos el zumo de medio limón y la nuez de perejil bien picado, junto con un minipellizco de sal... El agrio del limón junto con el terciopelo de la mantequilla son los que mandan... Si lo salamos demasiado, nos cargamos esa magia. Recordad además que el lenguado ya va salpimentado. 



Y una vez el limón ha reducido un poco (un  par de minutos) la cosa ya está perfecta. 

Rociamos el lenguado con la salsa Meunière, adornamos con el encurtido, y sacamos el plato a nuestra mesa presumiendo de saber hacer cocina francesa y  profiriendo un "Oh, la, la"...  un "Qu'est que c'est..." o un "voulez-vous coucher avec moi" al gusto del consumidor...  (bueno, la última frase, casi mejor después del postre)

A disfrutarlo, fogoneros!!!






miércoles, 16 de octubre de 2013

Salteado de cordero y verduras con arroz bashmati



Un platillo de fusión arabe--india-japonesa...  (o algo así)...  En definitiva, porque he usado jengibre, salsa de soja, cúrcuma, curry...  llamadlo como queráis, pero está de vicio...

El nombre o la procedencia es lo de menos. Lo de más es que estamos ante un plato completo, riquísimo, y de una dificultad moderada (hoy no diré sencillísimo). 

Vamos a por los ingredientes: 

Para dos personas 


- Medio pimiento rojo
- Medio pimiento verde (del mismo calibre)
- Una cebolla tierna
- 150 gramos de cordero (en taquitos)
- Dos tazas de café de arroz bashmati
- 50 gramos de jengibre fresco
- 5 cl. de salsa de soja (preferiblemente baja en sal)
- Aove
- cúrcuma
- curry
- sal
- cebollino (para adornar)

Comenzamos. 


De momento, a fuego medio-bajo rehogamos el pimiento verde, cortado en julianana. A los cinco minutillos, agregamos la cebolla tierna. 



Luego, incorporamos el pimiento rojo (rallado o cortado muy fino) y el cordero. 


Ahora es buen momento para comenzar con el arroz. En un litro de agua, y con una cucharadita de sal y otra de cúrcuma, cocemos nuestro arroz unos 10 minutos. 


La gracia de este plato es acabar ambas preparaciones más o menos a la vez, para emplatar en condiciones. 

Seguimos con el salteado. Ahora agregamos media cucharadita de curry, disuelto en un poco de agua, de forma que tengamos una pasta ligera. Añadimos también el jengibre bien pelado y rallado. 


Y por último, para darle color y salinidad, agregamos la salsa de soja. Ojo a las cantidades. Más vale quedarse corto y luego añadir (esa posibilidad siempre nos queda).

 

Emplatamos formando unos timbales de arroz bashmati, un buen par de cucharadas de salteado, y adornamos con cebollino bien picado. 

Lujo asiático, nunca mejor dicho!!! 

martes, 1 de octubre de 2013

Pasta con setas, jamón y queso



"Bienvenidos a un nuevo post de este blog tan singular llamado nometoqueslosfogones. Salid todos al rellano de la escalera con vuestras chirulas y panderetas y decidle a todo pichichi que va a comenzar un nuevo post. Luego os vais al sofá, os ponéis la pantaloneta de leopardo, alejáis el mando a distancia y tomáis lápiz y papel para no perderos nada.  ¡¡¡Viva Rusia!!!"

Y así empezaría este post si lo hubiese escrito el autor de la receta, el magnífico David de Jorge, Robin Food (o Robín de los vascos)  acompañado de su mentor y colaborador Martín Berasategui. 

Plato fácil, riquísimo y bastante rápido. Y su elaboración merece ser difundida por todo el mundo mundial dada su sencillez y posibilidades de variedad.  

En nuestro caso, la hemos hecho con champiñones, y con un queso arzúa, además de uno de cabra semicurado rallado (que no aparece en la foto, cosas del directo). 


Para dos almas:

- 100 gramos de jamón cortado en taquitos mini (0,5 cms...)
- 4-5 champiñones hermosos (también cortados en minitaquitos)
- Dos puñados de minimacarrón, o fideo de fideuà (el puñado es medida estándar internacional)
- 50 grs. de mantequilla (dos nueces)
- 50 grs. de queso muy graso (arzúa, brié, o similar)
- 50 grs. de queso semicurado o tierno rallado
- un puñadito de perejil (en la receta original, cebollino)
- 1 pastilla de caldo (yo he usado de jamón) diluida en 1 litro de agua. 

Vamos al ataque. 

En una sartén hermosota, derretimos la mantequilla, y rehogamos la pasta en ella. Mucho ojo, no hay que dorarlos ni nada de eso. Se trata de que cojan un poco de calor y grasa de la mantequilla. Os advierto que la primera vez tosté la pasta y el resultado fue incomestible. Es un poco la técnica que se le aplica a un risotto. 



Agregamos los champiñones, y salteamos brevemente. Lo dicho, muy poco tiempo porque la pasta se nos puede volver morena, y eso no interesa. 


Agregamos el caldo que hemos preparado con la pastilla, hasta apenas cubrir la pasta. La gracia está en ir dejando que la pasta se quede sin caldo, y añadir más líquido conforme se evapora. Poco a poco. Aún así la pasta va a estar lista en no más de 10 minutos. Id probando hasta que la textura del fideo esté justo como os gusta, o un poco menos ya que nos faltan un par de minutos de preparación. 


Ahora, con la pasta casi lista, añadimos los taquitos de jamón, y los mezclamos bien con la pasta. No lo hemos hecho antes para que el jamón no suelte demasiada sal en nuestra sartén. El fuego, muy bajo.  


Añadimos el queso semi o tierno rallado, y el graso a láminas. Lo vamos deshaciendo en nuestra pasta. Notaremos que al ir mezclando aparecen unas maravillosas hebras de queso en nuestra preparación. Sublime.


Para finalizar, añadimos la mitad de nuestro perejil muy bien picado, y lo mezclamos con la pasta. El restante es para espolvorear por encima, rematando además con un chorrito de aceite de oliva virgen extra. 

Nota importante:  NO hemos usado sal en ningún momento. Hay que pensar en la salinidad de nuestro queso, junto con el jamón serrano, y el caldo ligeramente salado que usamos para cocer. Normalmente no es necesaria sal extra. 

Ahora, pensad en la infinidad de variantes que se puede hacer a esta preparación tan sencillita y sabrosa, con la que salir de los platos de pasta típicos. 

Feliz platazo de pasta!!!


lunes, 23 de septiembre de 2013

Baba Ganush... mutabal... o paté de berenjena en cristiano.


Seguimos con el "verdureo". En este caso, justificadísimamente, porque me ha llegado un cargamento de berenjenas, entre otras verduras. Nos adentramos en la gastronomía árabe, y dejamos de lado las proteínas cárnicas a las que sabéis que adoro con toda mi alma. 

Casualmente hoy, mi amigo Dule se ha marcado un humus espectacular, a base de productos valencianos 100%...  Os dejo el enlace porque no tiene pérdida: http://www.dule.es/2013/09/22/humus-version-valenciana/

Y debe de ser conjunción de astros, o que nos hemos vuelto todos locos con los patés vegetales, pero esta noche tocaba esta preparación tan original y sabrosa. 


Vamos a necesitar:

- 1 berenjena hermosota
- El zumo de medio limón
- 1 diente de ajo grande (o 2 canijos)
- 1 cucharadita de comino
- Dos cucharadas soperas de tahini
- Sal

Para el Tahini:
- 50 gramos de sésamo
- 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra


Asamos al horno la berenjena: una media hora a 200 grados. Lo mejor, partirla por la mitad y hacerle unas hendiduras para que se haga bien por dentro. 

Mientras se enfría, preparamos el tahini. Es una pasta de sésamo ligeramente tostado. Podemos comprarla hecha en ciertos comercios gourmet, o hacerla en casa. Lo que hacemos es tostar el sésamo en una sartén antiadherente, durante un minuto o dos. Importante que no veamos el sésamo demasiado tostado, porque el sabor que nos va a dejar puede llegar a ser desagradable. Una vez tostado, lo trituramos con un par de cucharadas de aceite de oliva...  

Ahora vamos con el resto de la preparación. 
Pelamos la berenjena, ya fría, y la introducimos en un vaso de batidora, robot de cocina...  Lo que tengamos. Introducimos el resto de ingredientes: el ajo, el zumo de limón, el tahini, el comino (previamente triturado hasta hacerlo polvo)  y la sal (hemos de ir corrigiendo para salar a nuestro gusto). 

Y ya lo tenemos listo. Ahora, a enfriarlo, y a servirlo con unas tostadas, por ejemplo.  

A disfrutar, fogoneros!!!

jueves, 19 de septiembre de 2013

Quesada pasiega (más falsa que Judas)




¿El por qué del título del Post? sencillísimo. Originariamente, esta receta cántabra se elabora con leche recién ordeñada. La mayoría de urbanitas no tenemos acceso a ese manjar, y los afortunados que viven en una casa con jardín o un chalet, no suelen tener una vaca pastando entre los arbustos...

Como sustituta de esa leche tan sumamente fresca, originaria del Valle del Pas, se suele utilizar queso fresco (siempre de aquellas maravillosas tierrucas cántabras, por supuesto)...  

Yo os propongo sustituir todo esto por una leche normal y corriente (entera, eso sí) y un yogur natural...  El resultado es muy similar y totalmente accesible para cualquiera...  

Y hoy el apartado de dedicatorias va a ser extenso. En alguna ocasión he mencionado la región de Cantabria como una de las más hermosas de España, rica gastronómicamente y culturalmente. Como buen amante de aquellos lares, de los que todo me parece apasionante y hermoso, procuro rodearme también de su gente. 

Así que dedicaremos esta Quesada Pasiega a los amigos de FASGA Norte...  Aguerridos luchadores y compañeros excepcionales...  
A José Palacios Diego: compañero, amigo, y cascarrabias profesional... además de cántabro de los pies a la cabeza, buena persona, sencillo, humilde, y muchas cosas que me dejo en el tintero...
A  "Mis deliciosas comiditas"... gastronomía cántabra en estado puro...  Embajadores de la "tierruca" por todo el mundo... 

Así queda la mezcla... ligera y muy líquida...
Y vamos a lo que nos ocupa. 

- 2 huevos
- 200 grs. de azúcar
- 150 grs. de harina
- 1 yogur natural
- ralladura de 1 limón
- 1/2 litro de leche entera
- 100 grs. de mantequilla
- Canela




Solo se trata de mezclar bien los ingredientes (excepto la canela, que se espolvorea al final). Para hacerlo más ordenado y que la mezcla quede perfecta, lo haremos en el siguiente orden. Mientras mezclamos, pondremos el horno a precalentar a 180 grados.

Comenzaremos mezclando los huevos con el azúcar. Incorporamos el yogur. Luego, la ralladura de limón y la mantequilla (previamente derretida). Después, y muy poco a poco, la harina. Por último, la leche. La textura va a ser bastante líquida. No os preocupéis: es así. 

Hornearemos durante más o menos una hora. Comprobaremos que está hecha con un palillo (introduciéndolo y sacándolo seco). Cuando esté doradita y el palillo salga limpio, es el momento de enfriar. La dejaremos fuera del horno, y cuando esté a temperatura ambiente, espolvoreamos la superficie con canela y a la nevera. Debe servirse fría. De un día para otro, si la cubrís bien para que no se seque, está incluso mejor (si es que lo resistís...)

Mucho cuidado con el molde que utilicéis. Durante la preparación la quesada sube hasta tres o cuatro veces su volumen, aunque luego baja y se apelmaza en frío (como debe ser). Así que tenedlo previsto, y usad un recipiente de paredes altas. 

¡Y a por ella! Sola o acompañada de una confitura (como si de una tarta de queso se tratase). Hacedla y ya me contaréis, fogoneros. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

Patatas Bravas



o home made brave potatoes...  Ana Botella marcando estilo...

Esta receta va para mi amigo (y casi paisano, y pariente lejano) Óscar Villarreal. Me ha traído un pimentón de la Vera francamente excepcional, además de un orégano de la sierra de Gredos que ya os comentaré cuando lo utilice. Este pimentón es riquísimo en matices. El aroma es indescriptible, y aunque quizás en el plato os parezca que utilizo una cantidad exagerada, no hay amargor alguno, y en absoluto estorba en el plato. Os aseguro que es el mejor que he utilizado nunca. 

Y vamos a hablar de nuestro plato. Simplemente trato de acercaros las patatas bravas a vuestros hogares. Una tapa clásica donde las haya, que hechas en casa nunca terminan de parecerse a las de nuestro chiringuito favorito (¿o sí?)

Vamos a preparar unas bravas muy potentes (aunque veremos cómo regular los grados de picante) y cargadas de sabor. Como veis, el rojo predomina, y ya no es solo por estética (que me ha quedado regular, lo reconozco). Es porque el protagonista es este pimentón de auténticas 5 estrellas. 

Hoy no tengo más fotos, porque el plato es francamente sencillo. Sí que es bueno quedarse con un par de conceptos en la fritura de las patatas, por ejemplo. Sabéis que no tengo secretos para vosotros, así que os lo contaré todo.  

De entrada, mis ingredientes (hoy sin cantidades...)

- Patatas
- Pimentón dulce (en mi caso extradulce)
- Sal

- Mayonesa
- Ajo

- Salsa de tomate
- Pimentón picante
- Cayena molida
- Agua


De entrada prepararemos nuestras dos salsas: el "ajoaceite rebajado" y la "salsa brava". Por un lado, en las bravas prefiero una mahonesa enriquecida con ajo antes que un ajoaceite. La razón es sencilla: me gusta dar protagonismo al pimentón y a la salsa brava. El ajoaceite es una salsa deliciosa, pero es capaz de comerse el sabor de cualquier cosa. Me gusta utilizarla con mucha moderación. Una cantidad generosa de mayonesa aderezada con un diente de ajo me parece un buen invento. Además, tenía una mayonesa casera pendiente de gastar...  

Para la salsa brava, una cantidad de salsa de tomate a la que iremos "cabreando" con un poco de pimentón picante y un pellizco de cayena molida. Si sois muy "heavys" utilizad Tabasco.  Id probándola y que la suerte os acompañe (y que vuestra lengua os disculpe). Hay que conseguir una textura líquida agregando agua. Id agregando también cerveza a vuestro gaznate. Os lo agradecerá. 

Y la fritura. Aquí hacemos una doble fritura. Cortamos las patatas en tacos de 2x2x2 aprox, y freímos a temperatura muy moderada, casi confitando. Cuando las tengamos un poco doradas, las sacaremos y dejaremos que se enfríen. Cuando tengamos que emplatar, pondremos el mismo aceite a temperatura fuerte, y les haremos a las patatas una segunda fritura. En cualquier establecimiento hostelero tienen las patatas preparadas con la primera fase hecha. La segunda se hace poco antes de presentar. Con esto se consigue un crujiente muy sabroso, además de ganar en tiempo. 

Hay quien gusta de cocer las patatas y luego freír. Con la fritura a baja temperatura no es necesario esto, además de ahorrar en tiempo y ensuciar menos cacharros. 

Y vamos con la presentación. Con un colador seco hemos preparado a nuestras patatas una camita colorada a su medida, espolvoreando el pimentón. Espolvoreamos también las patatas, y las salamos. Las dejamos caer en el plato, agregamos unas buenas cucharadas de nuestro "allioli soft", y regamos con la salsa brava.  

¡A disfrutarlo, fogoneros!


lunes, 9 de septiembre de 2013

Risotto con algas wakame y gambas


¿Cocina mediterránea o cocina asiática? Creo que este plato pertenece de pleno al primer grupo. Si le quitamos el nombre japonés, le ponemos el científico (Undaria Pinnatifida) y añadimos que la que yo he utilizado viene de costas españolas, todo en este plato es muy mediterráneo.

Este alga comestible se encuentra en la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, por lo que no es mal negocio comerlas, habida cuenta de su gran presencia en nuestras costas, y de que hoy por hoy es prácticamente imposible su extinción.

Su sabor es muy potente, y deja en nuestros platos un sabor a mar inconfundible. Podemos utilizarla en ensaladas o en preparaciones como ésta en sustitución de algunas verduras. Básicamente nuestro risotto de hoy es como un tradicional "arroz con espinacas" con aires marinos. Las algas, además, tienen un montón de propiedades saludables para nuestro organismo, por lo que introducirlas en nuestra dieta solo nos va a aportar ventajas.

Encima, son muy baratas. ¿Qué más queremos?

Y con esto, y dedicando la receta a mi amiga Susana, que me lanzó el reto de cocinar con algas, aquí va la receta de hoy.  



Las estrellas del plato:

- 10 grs. de alga wakame deshidratada (se va a multiplicar por 10 cuando la pongamos en remojo)
- 1 cebolla
- 100 grs. de gambas peladas
- 50 grs. de arroz
- 50 grs. de queso grana padano o parmesano
- 1 lámina de gorgonzola dulce
- 20 cl. de agua
- 10 cl. de nata líquida
- Aceite de oliva virgen extra
- sal

Comenzaremos deshidratando las algas en agua fría. Notaréis que la hidratación es rapidísima, por lo que podemos ir preparando el resto de ingredientes mientras las algas toman forma. Apenas tardan 8-10 minutos en estar listas. 

Picamos muy finamente la  cebolla (incluso podemos triturarla con picadora eléctrica). Si queda muy fina, mejor que mejor. Doramos la cebolla, y cuando la tengamos agregamos las gambas peladas y las algas cortadas muy finas. Por último, agregamos el arroz para que se sofría un poco. 




Añadimos el agua y esperamos a que suba a ebullición. Cuando lo tengamos hirviendo, bajamos a un fuego medio. No olvidéis ir probando de sal durante todo el proceso. 


Cuando ya tengamos casi toda el agua evaporada, y veamos que tenemos un arroz meloso (y en su punto, hay que probarlo) agregaremos la nata líquida, en la que habremos deshecho los quesos (si queréis, podéis calentar la nata y deshacer en ella los quesos triturados, o tirad de nuevo de batidora y machacadlo junto). Volvemos a reducir hasta tener un arroz meloso.  Recordad que el punto del risotto es un arroz con un corazón durito, pero con un exterior blando y agradable a la mordida.

El resultado, como siempre, al principio.

Y bien, Susana, ¿reto superado?

sábado, 7 de septiembre de 2013

Salsa Romescu



Y con ustedes, la famosa salsa Romescu (o Romesco, al gusto).

En este caso, y siendo una preparación tan catalana, no puedo evitar dedicar esta receta a mis amigos y compañeros de FASGA Catalunya-Balears. Va por ellos y por su maravillosa gastronomía. 

Aquí en Levante se está extendiendo mucho la costumbre de la "calçotada", que no es ni más ni menos que una reunión de amigos en torno a las brasas y la gastronomía. (Sí, algo parecido a lo del anuncio de cervezas de "Love of lesbian", pero sin perpetrar una paella, y sin crear el pánico social). Los "calçots" son los brotes de unas cebollas originarias de Cataluña, concrétamente de cebolla blanca grande tardía de Lleida (casi nada el nombre),  y según esta costumbre se cocinan en las brasas y luego se les conserva el calor envueltos en papel de periódico y plástico.

Este ritual de la calçotada llega a marcar incluso la forma de comerlos. Es algo muy parecido al anuncio de "Gigante Verde": retirar la primera capa de la cebolla (chamuscada) mojar el "calçot" en la salsa, cabeza hacia atrás y  para dentro. Obviamente, se mancha todo Dios, así que hay que ponerse una servilleta al cuello obligatoriamente. 

Contrariamente a lo que la mayoría cree, la salsa utilizada en ese ceremonial no es la Romescu, sino la Salvitxada. Son idénticas en los ingredientes, pero esta última lleva más tomate y menos ñoras. Por ello la Romescu también es políticamente correcta.  

Bajo mi punto de vista, es más versátil y más sabrosa la Romescu, que combina mejor con otros productos, como las carnes, así que es la que suelo hacer.  

Respecto a los ingredientes, como en cualquier plato popular, se prepara diferente según dónde nos encontremos. Como variantes principales que he encontrado, los frutos secos. Hay quien usa avellanas, quien mezcla avellanas y almendras, nueces...  

Haciendo la media aritmética de la cantidad de recetas que he encontrado por ahí, estos son los ingredientes más o menos comunes:  


- 2-3 tomates (he cogido 4 por el tamaño, son unos 400 grs)
- 1 cabeza de ajos
- 2 ñoras (choriceros)
- un par de rebanadas de pan tostado
- 80 grs. de almendras tostadas
- 200 ml. de aceite de oliva virgen extra
- 100 ml. de vinagre
- 1 cucharada de pimentón
- picante al gusto

El plato es francamente sencillo, pero entretenido. 

Para comenzar, "escalivaremos" los tomates y la cabeza de ajos. "Escalivar" es el término en catalán para definir la técnica consistente en asar en las brasas (o en casa, en el horno) las verduras directamente enteras. Posteriormente se pelan, se despepitan, etc...  De ahí el nombre de ese clasicazo catalán: la "escalivada". En nuestro caso, asaremos con el horno a 180, unos 20 minutos. Una vez asados, pelaremos los tomates, los partiremos por la  mitad y les quitaremos las semillas. También tendremos que pelar la cabeza de ajos entera. 

La noche anterior habremos puesto en agua nuestras ñoras, que estarán ya hidratadas. Procederemos a despepitar y rascar la carne, despreciando la piel. 

Y no queda más que triturar todos los ingredientes, en mortero (trabajazo) o con batidora, espesando a nuestro gusto con el pan tostado. 

Y salsa preparada. 

¡Felices calçotadas!


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Un tomate...



o una forma nueva de comer ensalada...

Los que me leéis desde hace tiempo sabéis que soy bastante troglodita. Me comería los bichos con pelo, pezuñas, plumas, pico, patas... En fin...  Verdura, la justa. Ensaladas, contaditas. El A-B-C y algún gazpacho que otro. Últimamente me estoy intentando cuidar un poco más, y variar la alimentación lo más posible. Nos hacemos mayores, qué se le va a hacer...  

Ayer, conversando con mi amiga Ana, cuando llegamos al tema "alimentación" me acabé de dar cuenta de que más allá de los mamíferos de cuatro patas, los bichos con concha y caparazón, los que tienen aletas o tentáculos o los de los picos y las plumas, se abre un horizonte multicolor donde predominan los verdes, los amarillos, los rojos, los violeta...   Y además me dí cuenta también de que no es necesario rehogarlos en alguna grasa POR NORMA. 

Y durante la cena, en la que (sin ser un restaurante vegetariano) Ana acabó llevándome hacia la vegetal inmensidad, dio la casualidad de que el único plato con algo de carne resultó ser el peor. Eso me llevó a apreciar el resto de preparaciones.

La que hoy os traigo es mi versión del plato que más me gustó: un timbal muy parecido a éste, pero menos cuidado en su presentación. 

Y ya sin más, vamos a elaborar este tomate tan particular... 



- Tomates de rama de tamaño mediano
- Queso Arzúa (o el que más os apetezca) preferiblemente graso
- Canónigos
- Rúcula
- Albahaca para adornar
- Pesto de nueces
- Olivada

No especifico cantidades, porque dependerá de los tomates que queráis preparar. 

Para el pesto de nueces:

- 5-6  hojas de albahaca
- 5 cl. de Aceite de oliva virgen extra
- 20 grs. Queso Grana Padano o Parmesano
- Sal
- 5-6 Nueces peladas

Para la olivada:

- 170 grs de aceitunas negras deshuesadas (para los amigos, un bote grande escurrido)
- Una cucharadita de alcaparras 
- 7-8  hojitas de romero fresco
- 1/2 cucharadita de tomillo


Lo primero que haremos es preparar el pesto de nueces y la olivada. Tan sencillo como triturar bien todos los ingredientes, tanto en un caso como en el otro. Reservamos. 

Partimos nuestro tomate a mano o a máquina en rodajas regulares de 7-8 mm. Si tenemos un pulso de campeones, a mano. Si tenéis una cortafiambres, os saldrá niquelado. 

Troceamos con un cuchillo finamente la rúcula y los canónigos. 

Vamos a por el montaje. Procuraremos ir colocando las rodajas de tomate más o menos en la misma posición que estaban originalmente, para conservar lo más posible la forma del tomate. 

Y esto es un poco como montar una lasagna...  Capa de tomate, capa de mezcla. 


Aquí una capa de queso Arzúa y pesto de nueces. Bajo ellas, una capa de rúcula-canónigos y olivada. 


Una capa sobre otra... 



El Arzúa tiene su truco para estar tan redondito:  lo he derretido al baño María, lo he dejado caer en montoncitos en una lámina de Silpat (sirve el papel vegetal de cocina) y lo he recortado con un molde. Truquillos... 


Y acabadas las capas (la última es la del rabito del tomate) decoramos con unos "patinazos" de olivada y pesto de nueces, con unas hojillas de albahaca...  

Difícil no es...  tal vez entretenido...  El resultado, muy chulo. 

¡¡¡A disfrutar del mundo vegetal!!!