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martes, 5 de agosto de 2014

Calabacines rellenos sobre su propia crema





¡¡¡Hola, de nuevo, fogoneros!!! 
Hoy os traigo una receta que os debía…  Las fotos andan por ahí en Facebook, en Twitter, y aún no la he descrito aquí. Imperdonable.
Se trata de unos calabacines rellenos, sobre una crema de calabacín muy ligera, elaborada con el propio interior de los mismos.  Tal vez es más un plato de invierno, pero si la dejáis ligerita y no la servís a temperatura lava volcánica, os va a alegrar una buena cena.  Encima, es una receta bonita, muy bonita. 

Son dos recetas, realmente, pero se pueden preparar a la vez si nos organizamos bien. 

También he de lamentar la pérdida de la mayoría de fotos de la receta...  (andandarán)...  Vaya usted a saber... 

Ingredientes (para 4 personas)
-          2 calabacines grandes
-          Media cebolla
-          Medio pimiento rojo o verde
-          100 gramos carne picada
-          Salsa de tomate (previamente preparada) o de bote. Al gusto.
-          Aceite
-          Sal
-          Pimienta
-          Picante (cayena en polvo, tabasco…)
-          Queso rallado

Para la crema:
-          Las peladuras de los calabacines
-          El relleno de los calabacines
-          Media cebolla
-          Un puerro
-          Una patata (mediana)
-          30 grs. de mantequilla
-          10 dl. de aceite.
-          Dos o tres quesitos, o unos 50-60 grs. de un queso graso/cremoso
-          750 cl. de agua
-          Sal
-          Pimienta
-          Nuez moscada (al gusto)

Comenzaremos con la parte del proceso más complicada: vaciar los calabacines. Necesitaremos un sacabolas. Es un instrumento en forma de media esfera, parecido a una cucharilla. Si no disponéis de él, se puede hacer con un cuchillo y una cucharilla normal, pero entraña más riesgo de romper la pieza. Proceded de manera cuidadosa para no cargaros los calabacines. Una fisura o un agujero tendrán remedio (uniéndolo con palillos), pero le quitarán estética. 

Limpiamos bien 2 calabacines hermosotes. A la hora de comprarlos, procuraremos que sean lo más rectos posibles. En mi caso estaban ligeramente curvados y cortando la base un poco oblicua también conseguiremos que queden de pie de forma estable. Los vaciamos con en sacabolas, dejando las paredes más o menos de 3 o 4 milímetros, y una base de un centímetro (aproximadamente, no os volváis locos con eso…)  Si  no os veis con habilidad para apurarlos mucho, más vale dejarlos con paredes más gruesas que romperlos.



Una vez vaciados, con un pelador les daremos ese efecto de “camiseta verde a rayas” que observáis en la foto. Pura estética. Si con un cuchillo queréis “tatuarle” al calabacín “Manolo ama a Laura”, cual si de un tronco seco se tratase, pues adelante. Bonito detalle para una cena de San Valentín…

Ahora hornearemos los calabacines huecos. Los pondremos de pie en una fuente untada con aceite. Una temperatura de 150 grados unos 40-45 minutos es suficiente. A mí me gusta que el calabacín quede un poco “all dente” en esta preparación. Si lo queréis más hecho, utilizad el sentido común y sin convertirlo en un carbón seco e incomestible, dadle más tiempo. 

¿La preparación del relleno? Facilísima: vuestra salsa boloñesa de toda la vida, con el añadido de la carne de los calabacines bien picada. Cebolla pochada, pimiento rojo o verde al gusto, carne picada, pimienta, sal, picante al gusto…  Lo dicho, vuestro típico preparado para los spaguetti que tanto triunfa en casa…



Mientras se acaban de hornear los calabacines huecos y dejamos descansar el relleno, preparamos la crema.
Troceamos todos los ingredientes descritos arriba. No hace falta que sean trocitos como los del relleno. Pueden ser más bastos sin pegas. 

Lo de utilizar la piel del calabacín es muy personal. Es como utilizar la del pepino. Son buenas, nutritivas, y en este caso no se nota que son más duras que el resto del vegetal. Además le dan ese plus de color verde a la preparación. Solo se trata de sanearlas bien. Son tan comestibles como el corazón de la verdura. 



Rehogamos los vegetales en el aceite y la mantequilla. Sí, así a la vez. Sin miramientos. No os paséis con el fuego para que la mantequilla no se queme. Si no le tenéis el punto cogido a dorar con mantequilla, primero derretís la mantequilla a fuego muy bajo, en seguida agregáis el aceite, y sin que lleguen a calentarse demasiado, agregáis las verduras y dejáis que empiecen a pocharse a poca temperatura. De esa forma, no se os quemará nada. Salpimentamos y doramos un poco. Agregamos el agua y dejamos cocer unos 30 minutos a fuego medio.   Lo que más resistencia producirá será la patata y la cebolla. Podéis ir probando para que todo esté medianamente tierno.

Si no tenéis experiencia con cremas (para darle el espesor adecuado), colad, apartad el caldo y empezad a triturar con un dedo de caldo superando las verduras. Id añadiendo caldo hasta darle la textura adecuada. Cuando la tengáis, poned la crema al fuego y agregad el queso hasta que funda, sin dejar de remover. Otro punto bueno es agregarle nata líquida. El caso es darle un poco de cremosidad.
Y si os sobra caldo, ningún inconveniente. Es un fondo de verduras muy sabroso para utilizar en otras preparaciones. Podéis congelarlo y tener un “fondo de armario” para futuras recetas. 

Como veis, todo lo preparado hasta ahora puede estar listo de antemano. Bien protegido con film transparente en la nevera, incluso de un día para otro.
Solo queda el toque final. 



Rellenamos los calabacines, los coronamos con queso rallado y los metemos al horno precalentado a 180º unos 10 minutos, o hasta que funda el queso y se dore un poco.
Presentamos en un plato con una base de crema de calabacín, a la temperatura que queramos (yo la pondría templadita ahora en verano) y con una porción de calabacín encima. 

Y receta terminada. 

Sé que son dos en una, pero sois chicos listos y sabréis cuándo utilizar una receta, cuándo la otra, y cuándo, como en este caso, utilizar las dos. 

¡¡¡Disfrutad, fogoneros!!!

Por cierto, ¿alguna otra sugerencia de presentación? Ahí lo dejo…

lunes, 23 de septiembre de 2013

Baba Ganush... mutabal... o paté de berenjena en cristiano.


Seguimos con el "verdureo". En este caso, justificadísimamente, porque me ha llegado un cargamento de berenjenas, entre otras verduras. Nos adentramos en la gastronomía árabe, y dejamos de lado las proteínas cárnicas a las que sabéis que adoro con toda mi alma. 

Casualmente hoy, mi amigo Dule se ha marcado un humus espectacular, a base de productos valencianos 100%...  Os dejo el enlace porque no tiene pérdida: http://www.dule.es/2013/09/22/humus-version-valenciana/

Y debe de ser conjunción de astros, o que nos hemos vuelto todos locos con los patés vegetales, pero esta noche tocaba esta preparación tan original y sabrosa. 


Vamos a necesitar:

- 1 berenjena hermosota
- El zumo de medio limón
- 1 diente de ajo grande (o 2 canijos)
- 1 cucharadita de comino
- Dos cucharadas soperas de tahini
- Sal

Para el Tahini:
- 50 gramos de sésamo
- 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra


Asamos al horno la berenjena: una media hora a 200 grados. Lo mejor, partirla por la mitad y hacerle unas hendiduras para que se haga bien por dentro. 

Mientras se enfría, preparamos el tahini. Es una pasta de sésamo ligeramente tostado. Podemos comprarla hecha en ciertos comercios gourmet, o hacerla en casa. Lo que hacemos es tostar el sésamo en una sartén antiadherente, durante un minuto o dos. Importante que no veamos el sésamo demasiado tostado, porque el sabor que nos va a dejar puede llegar a ser desagradable. Una vez tostado, lo trituramos con un par de cucharadas de aceite de oliva...  

Ahora vamos con el resto de la preparación. 
Pelamos la berenjena, ya fría, y la introducimos en un vaso de batidora, robot de cocina...  Lo que tengamos. Introducimos el resto de ingredientes: el ajo, el zumo de limón, el tahini, el comino (previamente triturado hasta hacerlo polvo)  y la sal (hemos de ir corrigiendo para salar a nuestro gusto). 

Y ya lo tenemos listo. Ahora, a enfriarlo, y a servirlo con unas tostadas, por ejemplo.  

A disfrutar, fogoneros!!!

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Un tomate...



o una forma nueva de comer ensalada...

Los que me leéis desde hace tiempo sabéis que soy bastante troglodita. Me comería los bichos con pelo, pezuñas, plumas, pico, patas... En fin...  Verdura, la justa. Ensaladas, contaditas. El A-B-C y algún gazpacho que otro. Últimamente me estoy intentando cuidar un poco más, y variar la alimentación lo más posible. Nos hacemos mayores, qué se le va a hacer...  

Ayer, conversando con mi amiga Ana, cuando llegamos al tema "alimentación" me acabé de dar cuenta de que más allá de los mamíferos de cuatro patas, los bichos con concha y caparazón, los que tienen aletas o tentáculos o los de los picos y las plumas, se abre un horizonte multicolor donde predominan los verdes, los amarillos, los rojos, los violeta...   Y además me dí cuenta también de que no es necesario rehogarlos en alguna grasa POR NORMA. 

Y durante la cena, en la que (sin ser un restaurante vegetariano) Ana acabó llevándome hacia la vegetal inmensidad, dio la casualidad de que el único plato con algo de carne resultó ser el peor. Eso me llevó a apreciar el resto de preparaciones.

La que hoy os traigo es mi versión del plato que más me gustó: un timbal muy parecido a éste, pero menos cuidado en su presentación. 

Y ya sin más, vamos a elaborar este tomate tan particular... 



- Tomates de rama de tamaño mediano
- Queso Arzúa (o el que más os apetezca) preferiblemente graso
- Canónigos
- Rúcula
- Albahaca para adornar
- Pesto de nueces
- Olivada

No especifico cantidades, porque dependerá de los tomates que queráis preparar. 

Para el pesto de nueces:

- 5-6  hojas de albahaca
- 5 cl. de Aceite de oliva virgen extra
- 20 grs. Queso Grana Padano o Parmesano
- Sal
- 5-6 Nueces peladas

Para la olivada:

- 170 grs de aceitunas negras deshuesadas (para los amigos, un bote grande escurrido)
- Una cucharadita de alcaparras 
- 7-8  hojitas de romero fresco
- 1/2 cucharadita de tomillo


Lo primero que haremos es preparar el pesto de nueces y la olivada. Tan sencillo como triturar bien todos los ingredientes, tanto en un caso como en el otro. Reservamos. 

Partimos nuestro tomate a mano o a máquina en rodajas regulares de 7-8 mm. Si tenemos un pulso de campeones, a mano. Si tenéis una cortafiambres, os saldrá niquelado. 

Troceamos con un cuchillo finamente la rúcula y los canónigos. 

Vamos a por el montaje. Procuraremos ir colocando las rodajas de tomate más o menos en la misma posición que estaban originalmente, para conservar lo más posible la forma del tomate. 

Y esto es un poco como montar una lasagna...  Capa de tomate, capa de mezcla. 


Aquí una capa de queso Arzúa y pesto de nueces. Bajo ellas, una capa de rúcula-canónigos y olivada. 


Una capa sobre otra... 



El Arzúa tiene su truco para estar tan redondito:  lo he derretido al baño María, lo he dejado caer en montoncitos en una lámina de Silpat (sirve el papel vegetal de cocina) y lo he recortado con un molde. Truquillos... 


Y acabadas las capas (la última es la del rabito del tomate) decoramos con unos "patinazos" de olivada y pesto de nueces, con unas hojillas de albahaca...  

Difícil no es...  tal vez entretenido...  El resultado, muy chulo. 

¡¡¡A disfrutar del mundo vegetal!!!




jueves, 25 de julio de 2013

Gazpacho de nectarinas



Y vamos con un clásico del veranito...   La verdad, no pretendo descubrir las américas...  ni enseñaros nada del otro mundo. Tan solo recordar a la humanidad (en general) que los ingredientes del gazpacho NO SON INAMOVIBLES.

Pero así como los valencianos aborrecemos que se llame "paella valenciana" a cualquier cosa, no me atrevería a llamar a esta receta "gazpacho andaluz"...    Vamos a la preparación: 

Se trata de sustituir la mitad del tomate del gazpacho original, o todo el tomate,  por una fruta de temporada (que nos apetezca, o que se muera de risa en la nevera) y darle un aire diferente. Contrastes dulce-salado con el toque agrio del vinagre...    De escándalo!!!!  Yo, en este caso, también he eliminado el pepino de la receta original, y he reducido en cebolla...  Le hemos dado protagonismo a la nectarina, que es muy refrescante, no tan espesa como el melocotón ni tan ligera como la ciruela...    

Al final de la corrida la cosa es esta:

Para dos personas (y aún te queda otra ronda en la nevera para el día siguiente):


- Dos tomates hermosos
- Dos nectarinas
- Medio pimiento rojo (aunque en la foto no se aprecie...  por detrás se le veían las vergüenzas al pimiento)
- Una cebolleta tierna
- Un diente de ajo
- Un chorro generoso de vinagre (5 cl.)
- Otro igual de aceite de oliva virgen extra
- Sal
- Pimienta
- Una ramita de cilantro (o perejil, al gusto)
- Pan duro (un volumen parecido al del tomate)
- 20 cl. de agua muy fría

Y vamos con la preparación:   mezclarlo todo y triturar bien. Yo lo prefiero pasar por un chino. Tened en cuenta que al hacer esto, la textura será más líquida de la que hayáis notado al triturar.  Dejar enfriar 1-2 horas o bien cambiad el agua por hielo.
Adornar.

Creo que es la primera vez que resuelvo una receta en un solo párrafo (bien por mi poder de síntesis)

La filigrana del palito no es más que una rodaja de nectarina y un taquito de jamón puesto con gracia en el palo.

Y quien no se atreva a cocinar con esta sencillez, es que ya no tiene excusa!!!!
Como siempre os digo probad, quitad, poned...   y haced vuestro todo lo que pilléis por la red...

¡¡¡Un abrazo, fogoneros!!!

martes, 18 de diciembre de 2012

Paella de verduras y gambas



Me gustaría dedicar esta entrada a una personita que en cuestión de pocos días ha puesto patas arriba mi vida (en todos los sentidos, y para bien) Ella sabe de sobra quién es, y se dará por aludida enseguida… On the road again!!! Gracias, preciosa. 



“Decíamos ayer…”  (Plagiando a Unamuno, que a su vez plagió a Fray Luis de León) que la cocina es maravillosa.  En definitiva, vamos a retomar el blog, de momento a medio gas (por falta de tiempo en estas fechas navideñas) pero después vamos a intentar darle un impulso diferente. Sí, mis queridos “fogoneros”, esto va a marchar sí o sí.
Y sin  más preámbulos ni zarandajas, vamos a ponernos al lío.
Hoy vamos a preparar una paella de verduras y gambas. Para ello necesitaremos,

Para 4 personas:
-          Un calabacín (tamaño medio)
-          Un pimiento rojo hermosote
-          Un pimiento verde (en este caso italiano – de los alargaditos)
-          Una cebolleta
-          Un pimiento choricero
-          Tomate frito (unos 100 ml)
-          Un buen puñado de gambas peladas
-          4 tazas de arroz bomba
-          Pimentón dulce
-          Unas hebras de azafrán (5-6 son suficientes)
-          AOVE (ese palabro que resume el Aceite de Oliva Virgen Extra)


 
Al turrón.  Preparamos nuestras verduras cortadas en juliana, y procedemos a escaldar el pimiento choricero. Lo que yo suelo recomendar, si hay caldo de por medio, es hacerle una incisión al pimiento, ponerlo en un cazo con agua hirviendo recién sacada del fuego, dejarlo 10-15 minutos y luego aprovechar esa agua (colándole las pepitas del pimiento) para hacer el caldo.

Calentamos un buen chorro de AOVE en nuestra paellera. En otras ocasiones ya hemos hablado de difusores, de las diferencias entre la cocina de gas y las vitro o las de inducción a la hora de hacer paellas, así que no creo que sea necesario volver a incidir en ello. 


Rehogamos alegremente las verduras durante unos 10 minutos, y añadimos el arroz, el tomate frito y las gambas. Tras dos o tres minutos castigando todo esto, añadimos el agua del choricero, complementando con más agua si es necesario hasta llegar al nivel de los clavos de las asas de la paellera. Corregimos de sal (más tirando a soso que a salado, ya que gran parte del agua se va a evaporar) Subimos el fuego hasta que aquello se convierta en la fragua de Vulcano, y mientras eso ocurre, preparamos el choricero.

Briconsejo: Hay sibaritas que tienen oportunidad de conseguir carne de choricero en tarritos. Eso evita bastante faena, pero tiene la pega de que no todo en esta vida necesita acompañamiento “choriceril”, por lo que el tarro suele acabar abandonado, a medias, en el fondo de la nevera, junto al cacho de queso rancio y los yogures blancos caducados. Yo prefiero tener mi buen ramillete de choriceros colgados por ahí, o en su caja de cartón si los compro en ese formato.

Ahora viene la parte delicada: abrimos el choricero hasta aplanarlo lo más posible, con la piel hacia abajo, y con un cuchillo vamos rascándolo (imaginaos a Fígaro afeitando a un tipo barbudo y gordo, o sea, delicadeza máxima) separando la carne de la piel con mucho cuidado.  Una vez separada, la troceamos bien finita, o la trituramos en mortero, o lo que queráis, pero que quede muy machacada. La incorporamos

A estas alturas nuestra paella está haciendo unas burbujotas impresionantes, así que bajamos el fuego hasta que las burbujas sean pequeñitas y se produzcan a un ritmo lento. 



Ahora, y no antes, añadimos el azafrán de hilo. Lo trituramos un poco en la mano y lo incorporamos. Se trata de que no se “infusione” demasiado, ya que si lo añadimos al principio de la cocción se pierde gran parte de su aroma.

Vamos controlando el punto de sal y el de caldo en relación a la dureza del arroz, añadiendo agua si fuese necesario, o mejor incluso caldo de verduras (aunque sea de pastilla) La mejor opción es ir “catando” el arroz y jugando con el fuego, bajando o subiendo según se requiera. 



Cuando el aspecto sea este que veis en la última foto, solo le queda el reposo final.  Apagamos el fuego y aguantamos estoicamente las hambres antes de sacarlo a la mesa. 

¡Buen provecho, fogoneros!